En el Nuevo Testamento se destaca la paternidad de Dios respecto de Jesús, quien cumple o realiza lo mejor de la reflexión judía acerca de la paternidad de Dios. Por ello el Nuevo Testamento nos habla de Dios como “padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:6; 2 Corintios 1:3; 1 Pedro 1:3). Mediante Jesucristo el creyente puede dirigirse a Dios como “Padre nuestro”.
Dios como Padre en el Antiguo Testamento
El salmo 89 es uno de los salmos más asombrosos en los cinco libros de los salmos. Consiste en dos secciones formadas idénticamente (vs.1–14, 38–51) alrededor de un “núcleo” (vs.15–37) donde se encuentra la declaración:
“Él clamará a mí, diciendo: “Mi padre eres tú, mi Dios, y la roca de mi salvación” (v.26).
El salmista se dispone a cantar de las misericordias divinas (v.1) que son eternas (v.2) y, en particular, recuerda la promesa del Señor a David (v.3) de una línea de sucesión duradera y un trono seguro (v.4). Ya que el Señor es supremo en el cielo (vs.5–8) y soberano sobre la tierra (vs.9–12) estas promesas deben ser ciertas. Las promesas al rey David reciben mayor prominencia.
David es ungido (vs.19–21) y el dominio universal es prometido (vs.22–25). Estas promesas son relacionadas con el Señor como un hijo con su padre, supremo sobre los reyes terrenales, gozando de un pacto eterno de amor y con la promesa de una línea imperecedera (vs.26–29). La dinastía favorecida: disciplinada pero nunca rechazada (vs.30–33), establecida para siempre dentro del pacto davídico inviolable (vs.34–37). Esta sección del salmo es un comentario del pacto que Dios hizo con David en 2 Samuel 7.
Las promesas a David eran claras y específicas. Pero ¿qué hacer cuando las grandes promesas se convierten en grandes desilusiones? ¿Han fallado las promesas? Desde el versículo 37, el tono del salmo cambia. En resumidas cuentas, las promesas no habían fallado sino que la comprensión humana de los tiempos de Dios y la complejidad de su dominio mundial no eran suficientes como para captar lo que estaba haciendo.
Y así sucede con nosotros: las promesas nunca fallan, aunque la aparente demora hace que algunos caigan en la duda (2 Pedro 3:4); y no se trata sólo de la gran promesa de su venida, “porque no importa cuántas promesas haya hecho Dios, todas son ’Sí’ en Cristo”. Las promesas no pueden fallar, aunque nuestras expectaciones pueden, en cualquier momento, frustrarse.
Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento Dios se revela como padre de Israel. Dios mismo se proclama padre del pueblo (Éxodo 4:22; Oseas 11:1–4), por ello Israel se dirige a Dios como a su padre (Isaías 63:16; 64:8). Vemos lo que dice Deuteronomio 32:6-7:
“¿Así pagáis a Jehová, pueblo loco e ignorante? ¿No es él tu padre, que te creó? Él te hizo y te estableció. “Acuérdate de los tiempos antiguos, considera los años de muchas generaciones; pregunta a tu padre, y él te lo contará; a tus ancianos, y ellos te lo dirán.”
Este canto lamenta la apostasía de Israel y el castigo de Dios sobre su pueblo. El nombre clave de Dios en el canto es “la Roca” (vs.4, 15, 18, 30–31 también, como hemos visto en el Salmo 89:26). Así Moisés les recordaba del agua de la roca (Éxodo 17; Números 20) y la bondad de Dios para la nación. En el versículo 6 se describe a Dios como un Padre, como un Redentor que ha comprado al pueblo. Sin embargo, en los versículos 5–6 se describe a la nación como corrupta, perversa y torcida. Desafortunadamente Israel no tuvo en cuenta a su Roca, ni recordó este canto ni puso atención. Un día, sin embargo, estas palabras hablarán a Israel, ¡y se volverá a su Roca y descubrirá que es Jesucristo al que crucificaron!
La relación del Padre con Jesús (Heaster,D. (1999) Principios Básicos.Surrey:CSSS).
Considerar cómo Dios resucitó a Jesús, nos lleva a pensar en la relación entre Dios y Jesús. Si ellos son “co-iguales… co-eternos”, como declara la doctrina de la Trinidad, entonces deberíamos esperar que su relación sea la de personas iguales. Pero no es el caso. La relación entre Dios y Cristo es similar a la que hay entre marido y mujer: “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3). Como el marido es la cabeza de la esposa, así Dios es la cabeza de Cristo, aunque ellos tienen la misma unidad de propósito que debería existir entre marido y mujer. De modo que “Cristo [es] de Dios” (1 Corintios 3:23), así como la mujer pertenece al esposo.
A menudo se declara que Dios el Padre es Dios de Cristo. El hecho de que a Dios se le describe como “el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (1 Pedro 1:3; Efesios 1:17) incluso después de la ascensión de Cristo al cielo, muestra que esta es ahora la relación entre ellos, como lo fue durante la vida mortal de Cristo. Algunas veces los trinitarios sostienen que Cristo sólo se menciona como menor que Dios durante su vida en la tierra. Las cartas del Nuevo Testamento se escribieron algunos años después de que Cristo ascendió al cielo; no obstante a Dios se le menciona como Dios y Padre de Cristo. Todavía Jesús trata al Padre como su Dios.
Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento, se escribió muchos años después de la glorificación y ascensión de Cristo; no obstante, habla de Dios como “Dios, su Padre [de Cristo]” (Apocalipsis 1:6). En este libro, Cristo resucitado y glorificado dio mensajes a los creyentes. Él habla del “templo de mi Dios… el nombre de mi Dios… la ciudad de mi Dios” (Apocalipsis 3:12). Esto prueba que Jesús incluso ahora piensa en el Padre como su Dios – y por lo tanto, él (Jesús) no es Dios.
Jesús habla del Padre
Sabemos que Jesús estuvo en los planes de Dios desde el principio. Los detalles de su nacimiento milagroso se encuentran en Mateo 1 y Lucas 3. Durante su vida, Jesús se relacionó como hijo con su Padre . Él habló de ascender “a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17). En la cruz, Jesús expresó su humanidad en pleno: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Es imposible entender tales palabras si fueron pronunciadas por Dios mismo. El hecho mismo de que Jesús oró a Dios “con gran clamor y lágrimas” indica en sí mismo la verdadera naturaleza de su relación (Hebreos 5:7; Lucas 6:12). Evidentemente, Dios no puede orar a sí mismo.
El que era llamado “Padre” según la forma de entenderlo Jesús, era un Ser aparte de Él mismo, de quien Él dependía y a quien elevaba oraciones. Sus ruegos comenzaban con la palabra “Padre” (tal como en Juan 17:1) y Sus sermones hablaban a Sus oyentes de ”vuestro Padre” y de “vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:45- 48).
Enseñó a Sus discípulos a dirigirse al Dios del universo con la expresión “Padre nuestro” (Mateo 6:9). En el cementerio de Betania, “Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes […]” (Juan 11:41–42).
A medida que Jesús se acercaba a la hora en que sufriría la agonía de la cruz, Él se ponía nervioso, pues decía: “Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? ¿Padre, sálvame de esta hora? Mas para esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre” (Juan 12:27–28). La falsa noción de que Jesús es toda la Deidad es vívidamente rebatida por una voz que responde a la oración de Jesús —una voz que vino de los cielos— que dijo: “Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez.” (Juan 12.28b).
Es un sentimiento de intimidad y de relación excepcionalmente estrecha la que se expresa en el término Abba, la palabra aramea que se traduce por padre. Expresa la relación única de plena comunión y confianza del Hijo con el Padre y, según parece, la iglesia en el primer siglo adoptó el término sobre todo en la oración (Romanos 8:15; Gálatas 4:6).
¿Está la palabra “Jehová” en el Nuevo Testamento?
En el tercer siglo a.C. se hizo la primera traducción de las Escrituras Hebreas al lenguaje Griego, una traducción conocida como la Versión Septuaginta (La versión de los Setenta o LXX). Existe evidencia clara de que los escritores de las Escrituras Cristianas citaban de la traducción Septuaginta cuando hacían referencia a las Escrituras Hebreas en sus escritos. Este punto adquiere considerable importancia en el esfuerzo por determinar si estos escritores bíblicos incluyeron en realidad el Tetragrámaton (YHWH) en sus escritos. Si lo hicieron, sería al menos una clave del grado de prominencia que le otorgaron al nombre de Dios representado por esas cuatro letras hebreas. La primera pregunta es entonces: ¿encontraron el Tetragrámaton en las copias de la Septuaginta griega que ellos utilizaron?
Se creyó por mucho tiempo que el Tetragrámaton no aparecía en esa primera traducción de las Escrituras Hebreas. Se asumió que los traductores siguieron la práctica de sustituirlo con “Señor” (kyrios) o “Dios” (theos). Las numerosas copias de la Septuaginta que se conocían entonces apoyaban esa creencia. Sin embargo, unos fragmentos muy antiguos de la Versión Septuaginta que en realidad existían en los días de Jesús han sobrevivido hasta nuestros días, y es digno de notar que el nombre personal de Dios aparecía en ellos. La Atalaya (15 septiembre 2002) explica: “El año 1971 fue testigo de la publicación de los fragmentos de un antiguo rollo de papiro (papiros Fuad 266). ¿Qué revelaron estas partes de la Septuaginta,que datan del siglo II o I a.E.C.? Que también conservaban el nombre divino. Estos primitivos fragmentos de la Septuaginta constituyen una prueba contundente de que Jesús y sus discípulos del siglo primero conocían y usaban el nombre de Dios.”
¿Qué significado tiene todo esto? La Sociedad Watch Tower llega a la conclusión que las copias de la Septuaginta, que con frecuencia fueron leídas y citadas durante el tiempo de Cristo y sus apóstoles, contenían el Tetragrámaton. Sobre la base de la evidencia de unos fragmentos primitivos, sostiene que cuando se escribieron las Escrituras Cristianas, los escritores cristianos incluyeron el Tetragrámaton, y que, por lo menos desde el tercer siglo de la era cristiana en adelante, el nombre divino en la forma del Tetragrámaton ha sido eliminado de los textos por los copistas, sustituyéndolo por las palabras kyrios (Señor) y theos (Dios). Así es que los Testigos de Jehová hacen aparecer en el Nuevo Testamento 237 veces la palabra “Jehová” en su Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras. (TNM).
Franz (A la Búsqueda de la Libertad Cristiana, Capítulo 14.) responde al razonamiento de la Sociedad Watch Tower con referencia a una de las dos copias más antiguas de escritos apostólicos que se ha hallado es un códice de papiro (designado como Chester Beatty Papyrus No. 2 [P46]). Contiene, en forma fragmentaria, nueve de las cartas del apóstol Pablo: Romanos, Hebreos, Primera a los Corintios, Segunda a los Corintios, Efesios, Gálatas, Filipenses, Colosenses, y Primera a los Tesalonicenses. Anteriormente se estimó que la fecha de este códice era de alrededor del año 200 d.C. Sin embargo, ahora existen argumentos sólidos para afirmar que data de mucho antes de la parte final del primer siglo. El hecho simple es que en estas nueve cartas apostólicas encontradas en el códice cristiano más antiguo no existe ni una sola utilización del Tetragrámaton en ninguna forma. Según esta información, Franz explica que “la ausencia del tetragrámaton en esta copia más antigua de nueve de las cartas de Pablo, es prueba de que también estaba ausente en los escritos originales del apóstol.”.
Naturalmente los traductores están en busca del mejor texto de las Escrituras. Hoy en día, tenemos el privilegio de leer muchas versiones diferentes de la Biblia y por eso podemos comparar la una con la otra. Adjuntamos una breve selección de las explicaciones del comité de traducción bíblica de dos versiones en castellano:
La Biblia de las Américas – “En el Nuevo Testamento, los evangelistas y los apóstoles nunca hicieron una transliteración al griego de YHWH. Ellos, al citar el Antiguo Testamento, siempre usaron Kúrios (Señor) para traducir YHWH. Cuando en Mateo 22:44, Jesús cita el Salmo 110:1, los evangelistas escriben Kúrios (Señor) donde en el Salmo aparece el nombre sagrado YHWH. En el Salmo dice: «Dice YHWH (el SEÑOR) a mi Señor». En Mateo: «Dijo Kúrios (el Señor) a mi Señor».
La Nueva Versión Internacional – “Al igual que otras versiones contemporáneas de la Biblia, pone la palabra «SEÑOR» en lugar de las correspondientes cuatro consonantes conocidas como el tetragrámaton: hwhy, «YHVH» … En las sinagogas, donde el texto hebreo siguió en uso, cada vez que aparecía en la lectura la palabra YHVH, el lector automáticamente pronunciaba la palabra hebrea Adonai («Señor»). Los autores del Nuevo Testamento utilizaron la palabra Kyrios para representar YHVH. De manera que en las citas que tenemos del Antiguo Testamento en el Nuevo Testamento, se utiliza la palabra Kyrios (Señor), en lugar de YHVH.
Las Biblias como la Reina Valera (siglo XVI d.C.), se siguió la práctica de usar Jehová, Dios y Señor. Por eso es que hasta el día de hoy todas las revisiones y versiones basadas en la Reina Valera usan Jehová para referirse al nombre de Dios.
Comparamos:
Reina-Valera (1995) Mateo 1:20 “…un ángel del Señor…”
TNM (1987) Mateo 1:20 “…el ángel de Jehová…”
El nombre de Dios bajo el pacto nuevo
Ciertamente este nombre es “Padre” para Sus propios hijos en la fe.
Meditando los distintos nombres de Dios que aparecen en la Biblia, nos damos cuenta de que hay una lenta evolución acerca del misterio de Dios, y cada nombre revela algo de este gran misterio divino. Lo mejor es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. En Jesucristo, Dios se manifestó. Las Escrituras muestran que la designación preferida por el Hijo de Dios era “Padre”. También muestran que los apóstoles y discípulos siguieron el mismo modelo en sus escritos.
Honramos y damos a conocer genuinamente el nombre de nuestro Padre celestial en el sentido verdadero sólo si vivimos vidas que demuestran que somos sus hijos, imitándolo a Él en todo los que hacemos, teniendo a Su Hijo como nuestro ejemplo.
Los verdaderos hijos de Dios tenemos una herencia segura de participar en la familia de Dios. Observamos el privilegio que tenemos ser miembros por medio del bautismo de esta familia:
“pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el Espíritu de adopción, por el cual clamamos: «¡Abba, Padre!».” (Romanos 8:15)
“…dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efesios 5:20)
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efesios 3:14)
“Si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación…” (1 Pedro 1:17)
A pesar de la incertidumbre con respecto del uso del tetragrámaton en los manuscritos del primer siglo, nosotros con confianza podemos concluir nuestro estudio con las palabras de nuestro Señor:
“Vosotros, pues, oraréis así:
“Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre.”
(Mateo 6:9)